Oliver Sacks es escritor y neurólogo de 81 años. Desde 1970 escribe sobre su experiencia con sus pacientes; publicó el libro titulado «Migraña». Con inteligencia fina y mucha empatía, ha sabido no solamente escuchar y aprender de sus pacientes sino también difundir a su vez, en palabras que le hacen único, lo que les sucede. En 1990, The New York Times dijo incluso de él que «se ha convertido en una especie de poeta laureado de la medicina contemporánea».
Hace poco, Oliver Sacks anunció mediante una carta en The New York Times que solo le quedan semanas para vivir. Desde midolordecabeza.org queremos transmitirle a él y a su familia todo nuestro afecto, darle muchos ánimos y manifestarle nuestra gratitud por su dedicación y el inmenso trabajo de concienciación social que ha hecho, entre otros sobre la migraña.
Esa es su carta:
«Hace un mes me encontraba bien de salud, incluso francamente bien. A mis 81 años, seguía nadando un kilómetro y medio cada día. Pero mi suerte tenía un límite: poco después me enteré de que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco al desafortunado 2%.
Doy gracias por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ha llegado el momento de enfrentarme de cerca a la muerte. Las metástasis ocupan un tercio de mi hígado, y, aunque se puede retrasar su avance, son un tipo de cáncer que no puede detenerse. De modo que debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Me sirven de estímulo las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, que, al saber que estaba mortalmente enfermo, a los 65 años, escribió una breve autobiografía, en un solo día de abril de 1776. La tituló De mi propia vida.
“Imagino un rápido deterioro”, escribió. “Mi trastorno me ha producido muy poco dolor; y, lo que es aún más raro, a pesar de mi gran empeoramiento, mi ánimo no ha decaído ni por un instante. Poseo la misma pasión de siempre por el estudio y gozo igual de la compañía de otros”.
He tenido la inmensa suerte de vivir más allá de los 80 años, y esos 15 años más que los que vivió Hume han sido tan ricos en el trabajo como en el amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y he terminado una autobiografía (bastante más larga que las breves páginas de Hume) que se publicará esta primavera; y tengo unos cuantos libros más casi terminados.
Hume continuaba: “Soy… un hombre de temperamento dócil, de genio controlado, de carácter abierto, sociable y alegre, capaz de sentir afecto pero poco dado al odio, y de gran moderación en todas mis pasiones”.
En este aspecto soy distinto de Hume. Si bien he tenido relaciones amorosas y amistades, y no tengo auténticos enemigos, no puedo decir (ni podría decirlo nadie que me conozca) que soy un hombre de temperamento dócil. Al contrario, soy una persona vehemente, de violentos entusiasmos y una absoluta falta de contención en todas mis pasiones.
Sin embargo, hay una frase en el ensayo de Hume con la que estoy especialmente de acuerdo: “Es difícil”, escribió, “sentir más desapego por la vida del que siento ahora”.
En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes. Ahora bien, ello no significa que la dé por terminada.
Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento.
Eso quiere decir que tendré que ser audaz, claro y directo, y tratar de arreglar mis cuentas con el mundo. Pero también dispondré de tiempo para divertirme (e incluso para hacer el tonto).
De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global.
No es indiferencia sino distanciamiento; sigo estando muy preocupado por Oriente Próximo, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, pero ya no son asunto mío; son cosa del futuro. Me alegro cuando conozco a jóvenes de talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos.
Soy cada vez más consciente, desde hace unos 10 años, de las muertes que se producen entre mis contemporáneos. Mi generación está ya de salida, y cada fallecimiento lo he sentido como un desprendimiento, un desgarro de parte de mí mismo. Cuando hayamos desaparecido no habrá nadie como nosotros, pero, por supuesto, nunca hay nadie igual a otros. Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.
Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.»
Oliver Sacks, catedrático de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, es autor de numerosos libros, entre ellos Migraña, Despertares y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.
© Oliver Sacks, 2015.
Este artículo se publicó originalmente en The New York Times. Fue publicado en España por El País
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Buen día .. Dr . Hoy sin conocerle entre a esta página por un dolor forte de cabeza que me da de ves en cuando supuestamente por stres y de verdad ya me preocupa por que soy una mujer de 40 años que he pasado una vida difícil ahora tengo un hijo de 11 años que amo y me nesecita. Siento mucho temor de que sea algo grave.. Pero por ahora yo no importo. Me conmovió tanto su carta y su gran valentía ante la muerte. Sin conoser lo le doy las gracias por aver estado en este mundo y ser un hombre ejemplar y tan aportador en su materia. Mas tengo que decirle que Dios tiene la ultima palabra y yo le pediré por su salud. Ya que hombre como usted son tan valiosos en este mundo.
Con toda mi fe y esperanza le pido. por favor tenga espenza se lo ruego. Y no le digo adiós si no un hasta pronto con toda mi admiración y respeto.. Atte. Mariana Hernandez… Gracias.
Dr. Lo admiro por su valentía. Ahora si puedo decirle a alguien lo que yo paso cada día yo soy dependiente a los ansiolíticos no se imagina el dolor que tengo después de un poco de descanso. es algo insoportable…solo un milagro de Dios me salvsalvaría. Gracias. por su tiempo.
Hola Dr !!con mucho respeto por usted llegue a su pajina sin saber donde estaba x un dolor de caveza que me da aunque ase 6 años fui diagnostica x migraña …Su carta es esepespinal un verdadero ejemplo en todas las áreas de la vida estoy orgullosa de usted aún sin conoserte grasias a dios x aver tenido una perzona como usted en este planeta..
hola Dr. sufro hace años dolor de cabeza, pero es por una pequeña hernia cervical, todavia no para cirugia, me recetaron tryptanol, pero tengo mucha ansiedad y me descompongo, ya vi a varios neurologos, igual, ya tenia antes de tener hernia, no sabia lo que era un dolor de cabeza hasta despues de los 40, ahora tengo 53, intente dejar este remedio en reiteradas oportunidades pero me vuelve muy fuerte el dolor, agradecere me ayuda, Dios lo bendiga,